Cada recurso digital utilizado en esta lección está disponible para descargar utilizando el botón a continuación. Durante la lección, la información para ti está escrita en letra regular y lo que sugerimos para hablar o leer en voz alta a los niños está en negritas.
En algunas lecciones encontrarás “ARTÍCULOS DE RECURSOS”. Son artículos escritos por expertos de todo el mundo que te equiparán para tu trabajo con niños y adolescentes. Compártelos con los padres o tutores si lo consideras apropiado.
Antes de comenzar la clase, piensa en un tiempo en el que alguien te hirió. Debes estar preparado para hablar sobre la experiencia. Más tarde contarás tu historia de cómo soltaste el dolor y se lo entregaste a Dios, cuando perdonaste a tu ofensor. Cuando compartes con los adolescentes a nivel personal estableces un ambiente de confianza y apertura para los estudiantes.
¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su pueblo? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar.
Miqueas 7:18
Dios es el autor del perdón. No hay otro como Él. Se deleita en mostrar misericordia. Y debido a esta verdad, sabemos que cualquier perdón que damos a otros, no viene de nosotros mismos, viene de Dios. Él está formando nuestros corazones para que sean como el suyo y de esta forma podemos amar y perdonar como lo hace Él.
Pasa unos minutos escuchando al Espíritu Santo. Pídele que te muestre las heridas y el enojo que impiden que tu corazón sea libre. Ora para que Dios te muestre que ha perdonado las cosas que debes confesar ahora. ¿Puedes perdonar de la misma forma que has sido perdonado? Deja que Dios, que nos enseñó con el ejemplo del perdón verdadero, te ayude a deleitarte en la misericordia. Ora que Él te ayude a convertirte en un ejemplo para tus estudiantes, de alguien que vive una vida llena con su amor y perdón.
Anima a los estudiantes a preguntar a los miembros de su familia: “¿alguna vez, algo malo que te sucedió se tornó en algo bueno?” Pueden compartir cómo el perdonar a otros ayuda a traer paz y gozo a nuestras vidas.
Consejo para el docente: Si es posible, envíe por correo electrónico o mensaje de texto la tarjeta de conexión familiar a las familias de sus estudiantes.
Dales la bienvenida a la clase. Pregúntales si han hablado con sus familias sobre el perdón. Deja que compartan sus historias contigo y la clase mientras llegan los otros estudiantes.
Haz saber a los estudiantes que hoy continuarán aprendiendo sobre el perdón. Divídelos en tres equipos. Asigna una de las siguientes preguntas a cada grupo.
Dales tres a cuatro minutos para discutir sus respuestas. Luego pide a un adolescente de cada grupo que comparta las respuestas con toda la clase.
Invita a los estudiantes a pararse en un círculo. Escoge la piedra más grande y comienza a pasarla alrededor del círculo lentamente. Cada estudiante debe sostenerla por el mayor tiempo posible antes de pasarla a la siguiente persona. Si algunos encuentran fácil hacerlo, pide a aquellos estudiantes que la sujeten solamente con un brazo extendido hacia delante. Después de que la piedra haya pasado por todo el círculo, haz que los estudiantes se sienten para hablar sobre esta actividad.
Ahora cuéntales a los adolescentes sobre una época cuando alguien te hirió. Comparte la experiencia con la mayor cantidad de detalles apropiados, como sea posible, para ayudar a los estudiantes a entender el dolor que experimentaste.
La carga de llevar el dolor de no perdonar es como sostener una piedra pesada. Es un recuerdo de nuestro dolor. Nos impide vivir una vida plena porque llevamos una carga pesada.
Ahora comparte cómo entregaste ese dolor a Dios; explica que perdonar significa elegir no llevar más la carga pesada de nuestro dolor.
Perdonar no es fácil, pero Dios no quiere que estemos cargados a medida que vamos por la vida. Desea liberarnos para vivir de manera libre. Podemos escoger perdonar a otros porque Dios nos ha perdonado. Nos ha mostrado cómo perdonar, aún cuando es difícil.
Perdonar no significa que lo que pasó estuvo bien. No quiere decir que no se te hizo un mal. Tampoco expresa que debas ponerte en una situación dañina. Algunas veces perdonamos a alguien que nos ha herido de manera profunda, pero no será posible o seguro tener una relación con esa persona. Sin embargo cuando perdonas, esto libera tu corazón para permitir que Dios comience a sanarte.
Cuando alguien te hiere, es normal sentirse enojado, triste, resentido o amargado. En el momento que alguien te maltrata, duele. En algunas situaciones, nada de lo que la otra persona haga hará que el dolor se vaya. Pero esos sentimientos de ira, dolor y amargura pueden tener efectos negativos en tu vida. Son como una piedra pesada que todos llevamos.
Puedes pensar que si perdonas alguien, significa que no experimentará ninguna consecuencia por lo que hizo. No es verdad. En vez de eso, perdonar quiere decir que escoges confiar que Dios traerá justicia a la situación. Y Dios lo hará, incluso si nunca lo ves o lo entiendes.
Cuando perdonamos a alguien, no significa que permitimos que nos dañen de nuevo. Si es posible, debemos evitar ponernos en riesgo. Y también no quiere decir que olvidamos lo que sucedió. Perdonar a alguien es una elección que hacemos. No es fácil y a veces lleva tiempo.
Escoger no perdonar a otros puede causar que experimentes algunos de estos problemas físicos y emocionales:
A pesar de que la ira, el dolor y la amargura no son las únicas causas para este tipo de problemas, el aferrarse a las emociones negativas afecta cada parte de tu vida. Pon atención a esta historia, y busca maneras en las que la falta de perdón perjudicaron a este joven.
¡Javier tenía zapatos nuevos! Nunca había tenido unos zapatos nuevos antes. Siempre había usado los que le pasaban de algún miembro de la familia. Sus zapatos viejos tenían hoyos en la suela, y era muy pequeños. Los nuevos se sentían maravillosos en sus pies. Y debido a que no quería arruinarlos, se los sacó para ir nadar al río. Los dejó en la ribera. Pero cuando volvió para ponérselos, no estaban.
Antonio, el amigo de Javier llevaba puestos zapatos que lucían igual a los nuevos suyos. Javier le dijo que se los devolviera, pero Antonio le dijo que no eran sus zapatos. Javier pensó en sus zapatos toda la noche. No pudo dormir porque estaba muy enojado. Se despertó de mal humor.
Al día siguiente, no se encontró con Antonio en el árbol para caminar a la escuela juntos. Durante la clase de matemáticas, Javier aún pensaba en sus zapatos, continuó dándole miradas enojadas a Antonio en vez de hacer su tarea. Cuando el profesor le hizo una pregunta, él bostezó y dio una respuesta incorrecta. El profesor le dijo que tendría que hacer la tarea de matemáticas de nuevo como tarea para la casa. Ahora estaba aún más enojado con Antonio. Era su culpa que sus pies sufrieran con los zapatos viejos. Era culpa de Antonio que tenía que hacer una tarea extra de matemáticas. Al salir de la clase, Javier apretó los dientes y le frunció el ceño a Antonio. Se sentía muy triste de que no tenía más sus zapatos nuevos.
Experimentó la falta de sueño, pensamientos pocos claros, apretó sus dientes y tuvo problemas en la escuela
Perdió su alegría y se sintió deprimido.
Escoger no perdonar puede afectar tus sentimientos, lo que piensas y las cosas que haces. No perdonar a los demás a menudo te hiere más de lo que lastima a la persona que no perdonas.
Aferrarte al enojo evita que te lleves bien con los demás. La amargura y el resentimiento impiden que disfrutes aún tus cosas favoritas. El dolor que viene por no perdonar a los otros puede provocar que te veas y suenes enojado todo el tiempo. Quizás pierdas la esperanza y la alegría en tu vida. Cuando retenemos la ira y dolor, puede cambiar quiénes somos.
Dios desea que experimentes el tipo de paz que sólo Él puede darte a medida que dejas ir tu dolor y heridas. Él quiere sanar las heridas que te pesan, como pesaba la roca pesada. Perdonar a otros puede tener efectos positivos en tu vida, tales como:
El primer paso para perdonar a alguien es admitir que te maltrató. Quizás prefieres evitar pensar en ello. Quizás te sientes asustado de admitirlo porque duele mucho. Pero no puedes comenzar tu sanidad hasta que reconozcas que fuiste maltratado. No tienes que decirle a la persona que te hirió. Pero debes darte cuenta de que estuvo mal lo que te hizo.
Los Salmos, en el Antiguo Testamento, están llenos de expresiones de dolor y heridas. Sin embargo, aún en medio del desánimo, frustración y enojo, el salmista clamó a Dios.
Pide a un estudiante que lea el Salmo 34:17-18 en voz alta y desde la Biblia.
Los justos claman, y el Señor los oye; los libra de todas sus angustias. El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido.
Salmos 34:17–18
Compartir con alguien las cosas que te han herido no hace que el dolor se vaya. Pero te ayudará a comenzar a sanar. Quizás puedes hablar con un adulto o amigo de confianza que te dará un buen consejo. Siempre puedes hablar con Dios sobre tus heridas. Él conoce tu dolor, y se preocupa de manera profunda por lo que te pasó.
Cuando estés listo, puedes dejar ir tu dolor. Dios quiere levantar la carga de tu dolor, ira, enojo y la amargura que tienes. Él sabe que cuando te rehúsas a perdonar, eso te seguirá pesando. Escucha lo que dice.
Pide a un estudiante que lea Mateo 11:28 desde la Biblia y en voz alta. Si utilizas el Cartel del Versículo para Memorizar, muéstralo a los estudiantes.
Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.
Mateo 11:28
Después de leer el versículo, repítelo de nuevo a los adolescentes. Haz que se den vuelta y lo reciten al compañero.
Todos hemos sido heridos por alguien alguna vez. Estas heridas a menudo nos dejan en un lugar oscuro y triste. Piensa en algún dolor que tengas. Quizás te sientes herido porque fuiste abusado. A lo mejor estás enojado porque tu padre abandonó a la familia. Quizá tu dolor viene de un amigo que mintió sobre ti. Puede ser cualquier tipo dolor que hayas experimentado, pequeño o grande.
Se necesita coraje para perdonar. Sin embargo, hacerlo libera tu dolor y heridas. Permite que comiences a reemplazar las emociones negativas por paz y gozo.
Cuando le pides ayuda a Dios para perdonar, Él puede sanar tu corazón. Él entiende lo que que es estar herido. Sabe lo que significa perdonar. Ya que Dios nos ha perdonado, podemos perdonar a los que nos han herido.
Sostén la piedra grande de nuevo. Pide a los adolescentes que se paren en dos filas, con alrededor de tres metros de distancia los unos de los otros. Pasa la piedra al primer adolescente de una de las filas. Pídele que la lleve al otro primer estudiante de la otra fila. Después él la llevará al segundo estudiante de la otra fila. Lo harán hasta que todos hayan tenido la oportunidad de tomarla y pasarla. Mientras lo hacen, pídeles que piensen de nuevo en las cosas que necesitan perdonar, las cargas que tienen que entregar a Dios.
¿Recuerdas los versículos que leímos? Repitámoslos juntos.
Pide a los estudiantes que repitan Mateo 11:28.
Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.
Mateo 11:28
Con Dios, podemos cambiar nuestras cargas por descanso. Nos puede ayudar con las emociones negativas que nos pesan como una piedra. Perdonar no es una carga. Pero el peso de la ira, el dolor, y la amargura es insoportable y difícil de llevar. Dios puede llevar esa carga por ti.
Recuerda—el perdonar no borra lo malo que esa persona te hizo. La otra persona puede que nunca sepa que la has perdonado. Perdonar no quiere decir que tienes que hablarle o tener una relación con el que te hirió. No significa que le estás dando permiso para continuar dañándote. Esto quiere decir que sueltas tu dolor y permites que comience el proceso de sanidad.
Pide a la clase que se junte alrededor de las piedras y que aprieten sus puños fuertemente, como las piedras que están a su lado.
Pasaremos unos momentos en silencio decidiendo si estamos listos para escoger perdonar. Nuestros puños son como las piedras de dolor e ira que vienen por la falta de perdón.
Si te gustaría entregar el peso de tus heridas, dolor, e ira a Dios, puedes orar ahora. Mientras lo haces, levanta las manos sobre tu cabeza y ábrelas a Dios como señal de tu decisión de entregárselas a Él.
Si aún luchas con tu dolor, o todavía estás muy enojado y no estás seguro de estar listo para perdonar y entregárselo Dios, levanta tus manos a la altura del pecho y ábrelas para decir que quieres conocer esa paz, incluso aunque no estés listo. Pide a Dios que te ayude a estar preparado.
Opcional: Si utilizas las Páginas del Alumno, los adolescentes pueden usarlas para escribir las cosas que necesitan perdonar.
Permite que los estudiantes respondan durante tres o cuatro minutos. Cierra el tiempo orando por ellos con una bendición basada en Efesios 4:31–32.
Bendición: Que Dios te dé la fuerza para soltar tu carga de amargura, ira y dolor, y para entregársela a Él. Que te llene de coraje para perdonar de la misma forma que Dios te perdonó a través de Cristo.
Si tienes tiempo, comparte esta canción con los estudiantes como un recordatorio de que Dios siempre es digno de alabanza.
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